divendres, de maig 24, 2013

[ es ] ¿Es necesario migrar para poder efectuar una cultura crítica?



Desde Ecléctica se preguntan por algunas cuestiones fundamentales que nos afectan a quienes vivimos de, en, por, para... las industrias de la cultura. Las que siguen serían mis improvisadas respuestas particulares

¿Es necesario migrar para poder efectuar una cultura crítica?

No, pero está claro que la cultura crítica lo tiene mucho más fácil en otros países.

¿Se puede criticar desde dentro a la universidad?

Sí, pero dentro de un orden, en los márgenes del pluralismo óntico del liberalismo, obedeciendo, representando disensos reductibles al mando. Vamos, que se puede criticar, pero no se puede hacer Crítica en el sentido pleno de la palabra (como cualquier otra cosa en un marco liberal: el liberalismo es, por sus premisas, contrario a la plenitud, es solo una ideología de la multilación intelectual.

¿Hay que fundar otras instituciones?

Por descontado. Hay que fundar las instituciones del común, unas instituciones que no se inscriban en la gramática liberal, sino que apunten más allá, hacia la plenitud de la cultura.

¿Las identidades, pueden criticarse desde dentro, o hay que mirarlas por comparación desde otros lugares?

Hay que hacer ambas cosas, pues los dentros y fueras de las identidades no son predeterminaciones, sino fronteras móviles con las que nos interrogamos. Por eso, más que exteriores constitutivos lo que necesitamos son exteriores constituyentes, diferencias que difieren y no diferencias diferidas.

¿Cómo nos afectan las relaciones materiales y cómo nos condicionan a la hora de producir un conocimiento que cuestione algunos de los elementos sistémicos productores de desigualdad?

Lo material está en la base de todo, sin ello lo inmaterial carece de plano de consistencia y el antagonismo no deviene posible: sin un análisis materialista estamos abocados a la
 

¿Contribuyen los fenómenos migratorios, a mejorar nuestra cultura, a vernos en espejos, a autocriticarnos?

Cualquier alteración de nuestras interacciones simbióticas puede comportar una autocrítica. Pero también un repliegue, una negación, un prejuicio.

¿Cómo construimos nuestra comunidad mestiza de críticos sin caer en la multiculturalidad igualitarista?

Partiendo de un cambio radical de antropología política que comience por pasar de pensarnos como agregado de sujetos individuales que constituyen una comunidad contingente efecto del vínculo que impone el mando a entendernos como los simbiontes que somos, inacabados, incompletos, siempre necesitados de un otro con quien constituirnos.

Y, finalmente, ¿cómo ejercemos la autocrítica de nuestros hogares e instituciones sabiendo que no vendrán por nosotros y estaremos?

Sabiendo construir hogares donde no se nos espere, con quien no se nos espere; resituándonos siempre, desde el anonimato en nuevos comunes, constelaciones cambiantes de un hogar. Al final, solo morando en el enjambre resulta posible pensar una estrategia de éxito capaz de combinar antagonismo y agonismo de suerte tal que la producción institucional resulte posible.